jueves, 31 de enero de 2008

LA POESIA SOCIAL POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

LA POESIA SOCIAL

“Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Miguel Hernández.

TIENE LA HERMOSURA DE LO HUMANO

La poesía no se hace sólo con el corazón –llamando corazón al sentimiento-; tampoco se piensa sólo con el cerebro. Piensa el sentimiento, siente el pensamiento, nos repitió don Miguel de Unamuno. El poeta en la poesía social incorpora a su obra sus preocupaciones y sentimientos tan legítimos poéticamente como cualesquiera otros: amorosos, religiosos, estéticos. Su postura ante la realidad del mundo en que vive le lleva a convertir esas experiencias, y precisamente ésas, en materia poética. Quizá es, en el fondo un moralista, porque ya hace tiempo que para muchos el fundamento de la moral es la justicia. Quiere decirse que la poesía social es protestataria, se alza contra una situación que considera injusta y es revolucionaria, porque va motivada por un deseo de que se transformen determinadas estructuras sociales.

La queja del poeta social es siempre frente a un estado de cosas humanas y cambiables. Y se puede hacer poesía social desde posturas ideológicas diferentes, pero sólo desde aquellas ideologías que postulan la dignidad de la persona humana sin distinción alguna y que reconocen la igualdad y la libertad como principios. Una poeta social podrá escribir desde una ideología marxista, o desde un credo cristiano, o desde cualquier otra creencia que condene la explotación del hombre por el hombre.

Es ya un axioma que la poesía española contemporánea parte de tres nombres ejemplares: Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno y Antonio Machado. Los tres coinciden en el Modernismo y pueden entrar en la generación del 98.

El conformismo y la pereza mental de la poesía burguesa, con retórica amanerada y mediocre gusto, fueron sacudidos por lo que Juan Ramón Jiménez definió como “movimiento de entusiasmo y de libertad hacia la belleza”. Si la influencia de Unamuno ha sido grande en muchos de los aspectos de nuestra actual poesía y es un antecedente de la poesía social, mayor aún es la Antonio Machado, el cual defendió siempre, en prosa y en verso, un sentido temporal y un contenido humano para la lírica. El “piensa el sentimiento, siente el pensamiento” de Unamuno, y el “quien no habla a un hombre no habla al hombre, quien no habla al hombre no habla a nadie”, de Machado son dos postulados esenciales para la concepción de la nueva poesía.

Alberti abre lo que podemos llamar periodo contemporáneo de la poesía social. Su “Elegía cívica”, cuyo título completo es “Con los zapatos puestos tengo que morir”, está fechada en 1930, y editada en 1934, por la editorial de la revista Cruz y Raya, de José Bergamín. Tampoco puede faltar aquí el nombre de Lorca, uno de los representantes de la generación del 27, sobre todo su libro Poeta en Nueva York, reacción contra un mundo mercantilizado, deshumanizado, que aplasta con el progreso industrial masificado lo primitivo y puro de la vida. Otros poetas de la misma generación que contribuyeron con sus poemas, con su actividad literaria y con su postura personal a la incorporación de la poesía a fines sociales fueron Serrano Plaja, Aleixandre, Neruda, León Felipe, Altolaguirre, Prados, Cernuda, Bergamín, Rejano, César Vallejo, César M. Arconada, Dámaso Alonso, Garfias, Moreno Villa, Guillén, Salinas, Sánchez Vázquez.

Pero donde la poesía va a tomar un carácter social muy cualificado y desde donde va a ejercer notable influencia, es en la obra de Miguel Hernández, que pertenece ya a la generación del 36.

Entre los poetas de postguerra de este signo citaremos a Garciasol, Crémer, Celaya, Otero, Ángela Figuera, Hierro, Eugenio de Nora. La preocupación social continúa en la siguiente promoción de poetas, la que podría llamarse del cincuenta. Entre ellos citaremos a Carlos Sahagún, Ángel Crespo, Eladio Cabañero, José Ángel Valente, Ángel González, Gil de Biedma, Rafael Morales, María Elvira Lacaci, Félix Grande.

Estos poetas dan una réplica a quienes, en una pobre idea del arte, suponen que la poesía no tiene más fin que ella misma, y parecen temer que se evapore si sale a la calle y recibe el aire libre en pleno rostro. Estos poetas han expuesto la poesía a las más duras pruebas. Le han hecho descender a las minas, subir a los andamios, acompañar a los hambrientos –de pan y de lo otro-, pisar el lodo de los suburbios, entrar en las cárceles, mancharse en la grasa de los talleres, respirar el olor de la miseria, conocer el rostro de los que sufren persecución por la justicia... Y la poesía no sólo ha resistido, sino que se nos antoja más viva, más auténtica, más humana. Su compromiso con la verdad no le ha restado ni libertad ni hermosura. Al contrario: es la libertad misma, fuera de laberintos retóricos, y tiene la hermosura de lo humano, la hermosura de la vida –aunque sea difícil-, en cuya defensa se crece y se hermosea. Y como dijo el poeta: “... libertad, humano tesoro / primera y última / conquista de la luz, día y diadema / del mundo”.

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Donde mora la libertad, allí está mi patria. Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:http://www.arrakis.es/~aarias/internau.htm

Gracias.

ANGEL GUERRA POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

ANGEL GUERRA
(1874-1950)

“Yo no aspiro a mayor gloria,
más ilusiones no tengo,
que cuando mi vida acabe,
mudo ya mi pensamiento
pongan dentro de mi caja
las rosas de mi pensamiento.”
Ángel Guerra.

LA VOZ DE UN GRAN PERIODISTA

“Todos los hombres serán iguales, hermanos”, escribía Ángel Guerra, un hombre liberal del 98 que encontró la solución del problema nacional europeizando a España.

Ángel Guerra escribió seis narraciones del tema canario: Al “jallo”, El justicia del llano, Rincón isleño, La casta de los Luzardos, A merced del viento y La lapa. Con estas narraciones el escritor pretende universalizar la literatura canaria, haciendo realidad aquel deseo que en los primeros días de su llegada a Madrid formulara: “Quisiera recorrer todo el mundo..., sólo para decir a todo el mundo que no hay país como mi hermosa tierra canaria”.

La vida de José Betancort Cabrera, más conocido por el seudónimo de Ángel Guerra en el mundo de las letras, debe ser considerada bajo una triple faceta: el hombre, el político y el escritor.

José Betancort Cabrera nació en Teguise (Lanzarote) el 19 de marzo de 1874. A los siete años marcha a Las Palmas y estudia en el Seminario Conciliar de Canarias y en el Colegio de San Agustín. A los dieciséis años publica su primera composición: Las fuentes del ideal, romance heroico en versos alejandrinos que dedica a su distinguida amiga “Matilde”. A fines de 1891 vuelve a publicar otra composición titulada Una hoja de mi álbum, esta vez dedicada a Dolores Lorenzo. Su primer artículo en prosa aparece, en 1892, en un periódico de Las Palmas llamado La Patria. En julio de 1894 fija su residencia en la capital grancanaria. Ese año visita a Benito Pérez Galdós, persona a la que idolatraba como escritor. Su formación literaria, la realiza en los periódicos finiseculares del archipiélago canario. Generalmente oculta su nombre bajo distintos seudónimos, Juan Petate, Matías, Tarsis, pero en 1898 se ha hecho muy popular con el de Ángel Guerra, nombre de uno de los personajes galdosianos, que eclipsará a los demás y será el que va a consagrar definitivamente.

En el verano de 1900, con el pretexto de estudiar Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad Central, se establece en la capital de España y entra a formar parte de la redacción de El Heraldo de Madrid. Su primer mentor, su gran maestro y mejor amigo va a ser Benito Pérez Galdós.

Sucesivamente se va incorporando a la redacción de importantes diarios madrileños, El Liberal, La Época, El Globo, El Imparcial, La Correspondencia de España, Diario Universal, España Moderna. En enero de 1908 lo nombran corresponsal de La Correspondencia de España en París. Frecuenta el trato de los españoles allí residentes: Turina, Manuel de Falla y Bonafoux. Viaja por Bélgica, Holanda, Alemania, Suiza, Italia, Inglaterra... En Enero de 1910 regresa a España.

En julio de 1912 se promulga la Ley Administrativa de Canarias, creándose, entre otros, el distrito de Lanzarote que, desde ahora, deberá elegir su representante en Cortes. En diciembre de ese año, Betancort es elegido diputado por Lanzarote, representación que ostentará once años seguidos hasta la disolución de la Cámara con el advenimiento de la Dictadura de Primo de Rivera.

El 25 de mayo de 1925 es nombrado director de La Correspondencia de España. A los pocos días de caer la Dictadura de Primo de Rivera, nombran a Betancort Director General de Prisiones. En Septiembre de 1930 vuelve a las islas, por última vez, para inaugurar el monumento a Benito Pérez Galdós, que el Cabildo Insular de Gran Canaria había encargado a Victorio Macho.

El 14 de abril de 1931 se proclama la Segunda República Española. José Betancort es relevado de su cargo de Director General de Prisiones y se reincorpora a la vida periodística. En 1936 se siente profundamente afectado por la conflagración que enfrenta a los españoles. Con la guerra el político que había en él ha muerto y el escritor apenas da señales de vida. Entre 1936 y 1939 reside en Francia. José Betancort falleció en Madrid el 18 de noviembre de 1950.

Las páginas literarias de Ángel Guerra siguen teniendo una increíble actualidad. Estimable escritor, gran periodista, notable narrador de asuntos canarios, excelente y perspicaz crítico literario, su nombre se ha silenciado injusta e inexplicablemente. El mar, es el leimotiv de casi todas las obras del escritor canario, nacido junto a la orilla nunca olvidará “la visión de las aguas quietas, azules, con cabrilleos de luz a las horas de sol...” Y añadía: “No se diga que el mar no tiene corazón. Ya lo veis. ¡A veces llora!”

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Ningún hombre considera que su situación es libre si no es al mismo tiempo justa, ni justa si no es libre.
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miércoles, 30 de enero de 2008

CLEMENTNA ARDERIUS POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

CLEMENTINA ARDERIU
(1889-1976)

“Clementina soy,
Clementina era.”
Clementina Arderiu.

LA VOZ DE CLEMENTINA

“Ningún poeta como ella -escribía Vicente Aleixandre- me ha dado la sensación de un clima tranquilizador, de una habitación donde la existencia es un relato de una larga experiencia entendedora”.

Clementina Arderiu i Voltas nace en Barcelona el 6 de julio de 1889, en el seno de una familia de plateros. Siguió estudios de idiomas y los de piano. Su primer poema aparece en 1911. Al año siguiente gana la flor natural en unos juegos florales, hecho que la relaciona con los poetas jóvenes catalanes; traba amistad con el gran poeta y humanista Carles Riba, con quien contrae matrimonio en 1916. En este último año publica su primer libro, Cançons i Elegies, distinguido con el premio Folguera. Viaja por casi toda Europa. Durante 1922 y 1923 residió en Alemania y de 1939 a 1942 en Francia

La larga vida (87 años) de Clementina Arderiu hace que esta poetisa represente una parte significativa de las distintas tendencias literarias que configuran el mapa español en el período que le tocó vivir, sin embargo, tiene en común con otras poetisas de la época, su casi “pertinaz” ausencia de las muchas antologías que se han hecho en nuestro país, excepto, naturalmente, las realizadas en función del sexo como elemento diferenciador del resto de los escritores.

La vida de Clementina Arderiu, fecunda en aspectos diversos, es de una plenitud que se refleja en su obra, contenida y honda. En 1938 recibió el premio Joaquín Folguera y en 1959 el Ossa menor, por su libro Es a Dir. Participó en los congresos internacionales de poesía celebrados en Segovia, Salamanca y Santiago, y en las conversaciones poéticas de Formentor. La poetisa catalana muere en Barcelona el 17 de febrero de 1976.

Entre los títulos más relevantes de sus publicaciones se encuentran; Cançons i Elegies (1916), L’Alta Llibertad (1920), Cant i Paraules (1936), Sempre i Ara (1946), Poesies Completes, prólogo de Salvador Espriu, (1952), Es a Dir (1958) y L’esperanza encara (1969)

Sus poemas han sido traducidos al castellano por J. Corredor-Matheos gran conocedor de su obra y de ella nos dice: “Su poesía -a pesar de sus muchos conocimientos de la cultura de entreguerras, de las lecturas directas que le permitía su dominio del francés y el italiano- es, sobre todo, catalán sentido muy adentro, transmitido tras una elaboración que no pretende sino hacerlo más transparente y comunicativo”. Y como dijo la poetisa Clementina: “Callada quiero la vida. / Dejadme sola, callada, / e iré con el pensamiento / donde las risas no alcanzan”.

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La paz no se reduce a la ausencia de guerrasAviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:http://www.arrakis.es/~aarias/internau.htm

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GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS
(1744-1811)

“Sólo falta el tiempo a quien no sabe
aprovecharlo.”
Gaspar Melchor de Jovellanos.

LA VOZ AMANTE DE LA VERDAD

“Jovellanos fue un “amigo del pueblo” -decía Karl Marx-, que esperaba conducir a éste hasta la libertad por medio de una prudentísima serie de leyes económicas y a través de la propaganda literaria de generosas doctrinas”. Jovellanos es el hombre de formación más amplia, de espíritu más abierto y de cultura más completa y, sin duda, la más insigne figura intelectual del siglo XVIII.

Gaspar Melchor de Jovellanos nace el 5 de enero de 1744 en Gijón. Recibe una esmerada educación, después de aprender las primeras letras y latinidad en su ciudad natal y filosofía en Oviedo, inicia estudios en la Universidad de Ávila a la edad de trece años, en la carrera de Leyes y Cánones bajo la dirección del prelado de aquella diócesis. Más adelante, licenciado ya, este prelado le proporcionó una beca en el colegio mayor de San Idelfonso, y dispuso su traslado a la ciudad de Alcalá de Henares. Después de dos años de enconado estudio se entera de la apertura de oposición a la canongía de la Catedral de Tuy, decidiendo aspirar a ella. En Madrid todos sus amigos trataron de persuadirle de que abandonara la carrera eclesiástica. Su tío, el duque de Losada, le promete alguna plaza de Alcalde del Crimen. Es aquí donde comienza su carrera política. El primer cargo que desempeña fue el de Alcalde de la Sala del Crimen de la Real Audiencia de Sevilla, donde realiza un brillante trabajo y muestra sus dotes de gobierno. Más adelante de la Sala de Alcalde pasa a la sala de oidor. Tuvo Jovellanos asiento en la Sociedad de Amigos del País, colaborando en la fundación de escuelas, introduciendo en la provincia sevillana mejoras en el campo olivarero y de la agricultura general, donde cosecha algunos éxitos. Allí crece su amor por las Bellas Artes y conoce a Ceán Bermúdez. A la época de su residencia en Sevilla pertenecen varios de sus escritos.

Cuando Carlos III en 1778 decide trasladarle a Madrid Jovellanos ya era conocido. Es nombrado Alcalde de Casa y Corte y al año y medio de su nombramiento es trasladado al Consejo de las Ordenes. Poco después de su llegada a Madrid ingresa en la Sociedad Económica; y a propuesta del Conde de Campomanes, entró en la Academia de la Historia y finalmente el 25 de julio de 1781 le concedió la Española el título de Académico Supernumerario. Es entonces cuando Jovellanos realiza la mayor parte de sus trabajos científicos, artísticos y literarios, su pluma parecía inagotable. Es maravilloso comprobar como Jovellanos manejaba con tan diestra soltura materias tan variadas y prolijas del saber. A propuesta del Monarca elaboró su famoso Informe sobre la Ley Agraria, base y fundamento de posteriores reformas. Fue éste el primer político español que intentó un lenguaje que no por simple deja de ser literario. Con el pretexto de su amistad con Cabarrús, político progresista, se le ordenó abandonar Madrid inmediatamente. Volvió a Asturias como Comisionado, donde realizó una gran labor en bien del progreso.
Pasado este breve destierro súbitamente y con gran sorpresa por su parte, se le nombra embajador en Rusia y más tarde Ministro de Gracia y Justicia. Se traslada a la Corte, sita en El Escorial, y toma posesión de este último cargo que Godoy le había conferido. Pero el escándalo hizo caer en poco tiempo al Gobierno de Godoy y Jovellanos se vio obligado a volver a Gijón. Sus enemigos justificaron su destitución por herejía y no transcurrió mucho tiempo hasta que el 13 de marzo de 1801 fue sorprendido en su cama, y con escolta de soldados, rigurosamente incomunicado, atravesó el norte de España hasta llegar a Barcelona y de allí a Mallorca, donde fue encerrado en la Cartuja de Jesús de Nazareno de Valldemosa Su prisión duró hasta 1808, año que Fernando VII, por Decreto de 22 de marzo le devolvió la libertad. Hallábase entonces en el castillo de Bellver, al que había sido trasladado para hacer más riguroso su cautiverio. Las penalidades sufridas fueron infinitas pero aún le quedaron fuerzas para escribir dos enérgicas exposiciones al Rey, reclamando se le hiciera justicia para poder seguir escribiendo, como así hizo en numerosos ensayos sobre las bellezas arquitectónicas de la isla de Mallorca y en su Tratado de Educación Pública.

Cuando desembarcó en Barcelona fue muy bien recibido, pasó por zonas en plena sublevación y en Jadraque, en casa de su amigo Juan Arias Saavedra, donde residió algún tiempo, recibió con sorpresa la noticia de Ministro de Interior por José Bonaparte a lo que se negó resueltamente. En vez de ello tomó posesión del cargo de individuo de la Junta Central por Asturias. Gran partidario de las Cortes, las quería generales para todo el reino. La Junta tuvo que desplazarse frecuentemente y con ella Jovellanos. Contribuyó a la reforma de la Regencia que sustituyó a la Junta Central y en la cual ninguno de sus miembros estaba incluido.

Al conocer la noticia de la retirada francesa de Asturias Jovellanos volvió a Gijón donde fue recibido apoteósicamente, pero la alegría duró poco, pues los franceses volvieron a invadir su tierra. Jovellanos animó a sus compatriotas al combate y escribió un himno guerrero que se hizo popular. Vencido los españoles, embarcó con intención de refugiarse en Ribadeo, pero una furiosa tempestad le obligó a desembarcar en Puerto de la Vega donde una violenta pulmonía le quitó la vida, el 27 de noviembre de 1811. Los restos mortales de este insigne escritor y estadista que intentó como nadie el progreso de España en unos años completamente desfavorables, reposan para siempre, encerrados y en silencio, en la iglesia parroquial de su Gijón. Y como dijo Jorge Guillén: “En cartuja y castillo siete años / padece sin defensa, prisionero / bajo la autoridad de los peores. / “¡Justicia!” Mundo sordo. / ... Y por fin, libertad. Aclamación. / Palma rebulle. “¡Viva Jovellanos!”

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No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.
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lunes, 28 de enero de 2008

JAMES JOYCE POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

JAMES JOYCE
(1882-1941)

“Me dan miedo esas grandes palabras
que nos hacen tan infelices.”
James Joyce.

LA VOZ DEL NOVELISTA MAS ORIGINAL

El fenómeno que plantea el autor de Retrato del artista adolescente y Ulises, es difícil de precisar. Hay quién cuenta la historia de la literatura universal hasta Joyce, y después de Joyce. Ulises está considerada como la novela más importante del siglo XX. Ni sus propios detractores niegan la profunda impronta que señaló su aparición. Tanto es así que, incluso aquellos escritores que no la han leído, vienen influenciados por su nuevo sello. Joyce es, sin discusión, el novelista más original del siglo XX. Su obra literaria, quizás más que ninguna, es el exponente más alto de la renovación narrativa operada en el pasado siglo.

James Augustine Aloysius Joyce nace en Dublín el 2 de febrero de 1882 y fallece 13 de enero de 1941en una clínica de Zurich. Miembro de una tradicional familia católica acomodada, desde muy niño permanece internado en un colegio regentado por los jesuitas, en el que recibió una esmerada educación, completada posteriormente en la Universidad de Dublín, donde cursa estudios de Filosofía. En relación con su alejamiento de la religión, Harry Levin, dice: “Que perdió su religión, pero conservó sus categorías”. En 1902, con el pretexto de estudiar medicina, se traslada a París. En 1903 vuelve a Dublín para asistir a su madre enferma de cáncer. Empieza pronto a escribir y a colaborar en la prensa dublinés. De 1905 a 1915 vive en Trieste, con sus compañera Nora Barnacle, donde se gana la vida enseñando inglés en la Escuela Berlitz. Durante los años de la primera guerra mundial reside en Zurich. A partir de 1920 vive en París, con penurias económicas, problemas de salud y desgracias familiares –una de sus hijas padece una aguda equizofrenia-. A lo largo de su vida errabunda y llena de penurias económicas, tuvo relación con numerosos escriores de la época (Svevo, Pound, Aragon, Eluard, Beckett, Hemingway, Eliot, Fitzgerald, Yeats, Ibsen, entre otros). El comienzo de la Segunda Guerra Mundial con la entrada de los nazis en París acrecentaron su crisis. Se trasladó de nuevo a Zurich, donde al poco tiempo le diagnosticaron una úlcera de duodeno. James Joyce murió durante una operación de peritonitis.

Joyce empezó escribiendo poesía (Música de cámara, 1907; Poemas manzanas, 1927), y escribió también una obra teatral (Exiliados, 1918) influido por Ibsen. Su producción narrativa se inicia con el libro de cuentos Dublineses (1914), comprendido por quince relatos en los que refleja la vida insulsa y ambiente provinciano de la capital irlandesa –la ciudad de Dublín será un motivo constante en sus escritos-; la sumisión al ambiente, la rebelión inútil y la consiguiente frustración son las notas características del libro, Retrato del artista adolescente (1916) y el fragmento Esteban, el héroe (1944) –publicado póstumamente- son relatos biográficos, en los que asistimos a los avatares de la educación del protagonista, Stephen Dedalus –trasunto del autor-, a sus inquietudes y a su crisis religiosa, que le llevan a abandonar el catolicismo, y a sus aspiraciones esteticistas. La gran obra de Joyce –y de la narrativa del siglo XX- llega con la aparición del Ulises, empezada a publicar por entregas en 1918 y completamente en 1922. La novela, cuya acción externa no llega a abarcar las veinticuatro horas del día, tiene como protagonista principales al joven Stephen Dedalus, al agente de publicidad Leopold Bloom y a la mujer de éste Molly Bloom. Se desarrolla en tres planos: la vida cotidiana de Dublín, los análisis introspectivos de los protagonistas -a los que se suman otros personajes, vistos directamente o desde las perspectiva de aquéllos- y sus disquisiciones y reflexiones sobre diferentes problemas sociales, religiosos e intelectuales. El título de la novela responde a la traslación irónica y aun paródica de la estructura de la epopeya homérica La Odisea a la novela de Joyce, con unos personajes, un escenario y una época diferentes, de suerte que Leopold Bloom, hombre frustrado socialmente y engañado por su mujer, encarna a Ulises, Molly Bloom, mujer de intensa vida erótica y ardiente en sensualidad, a Penélope y Stephen Dedalus, trasunto del autor, a Telémaco. En la aventura vital de los personajes, Joyce pone al descubierto, descarnadamente, los problemas, vicios y debilidades del hombre y del mundo contemporáneo, cayendo con frecuencia en la inmoralidad y en la irreverencia religiosa. El autor, en su aguda y laberíntica exploración, deja al desnudo el alma humana. Todo ello contribuyó a que la novela fuese prohibida durante algunos años en países de tradición puritana como Inglaterra y los Estados Unidos. El interés del asunto viene dado en gran parte por la riqueza técnica de la novela. El empleo del contrapunto, la utilización magistral del monólogo interior o “corriente de conciencia”, los diversos enfoques narrativos, la parodia literaria, el protagonismo del lenguaje –distorsiones sintácticas, neologismos, empleo de palabras extranjeras, deformaciones léxicas- hacen de esta novela compleja una obra alucinante, profunda y revolucionaria, situándose en un puesto culminante de la narrativa universal. Esta complejidad técnica y lingüística se dispara en sus última novela Finnegans Wake (1939), obra oscura y de difícil interpretación: Y como dijo nuestro dilecto escritor: “Los errores son los umbrales del descubrimiento”.

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sábado, 26 de enero de 2008

VOLTAIRE POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

VOLTAIRE
(1694-1778)

“Del globo en el que vivimos, déspota universal
sólo hay un resorte, el interés personal.”
Voltaire.

LA VOZ DE UN ESPIRITU TOLERANTE

Siendo Voltaire el prototipo de cortesano al uso de su época, no por ello dudó jamás en enfrentarse a los arduos problemas que planteaba una sociedad en plena transformación como la de aquellos días. Su obra literaria sorprende por la tremenda audacia que supone defender posturas en franca contradicción con la corriente del pensamiento de su época y por la notable agudeza de espíritu que le caracteriza.

Deísta y partidario de una religión natural en materia teológica y de una moral universal y promotor en política del despotismo ilustrado, se opuso a la intolerancia, la tortura, el fanatismo religioso y la superstición con su capacidad satírica y su tremenda habilidad polémica, y su nombre ha quedado para siempre unido al concepto de libertad de espíritu y a una forma de filosofía práctica que busca la mejora de las condiciones de vida, convirtiéndole en el primer intelectual comprometido.

François-Marie Arouet ( Voltaire) nace en París el 21 de noviembre de 1694. Es el hijo menor de un notario. A los nueve años asiste a las clases del Colegio Louis-le-Grand, dirigido por los jesuitas, pero a los pocos años ya militaba en la libertina y elegante Sociedad del Templo.

El padre pretende hacerle estudiar Derecho, pero el joven François-Marie no siente atracción por esa carrera. El marqués de Chateauneuf, hermano de su padrino, se lo lleva a la Haya en 1713 intentando encauzar hacia la diplomacia al joven rebelde. Pero Voltaire, nada más llegar a la ciudad holandesa, frecuenta los salones de Mme. du Noyer, fundadora de una revista satírica, La quintaesencia, en la cual colabora. Voltaire le propone a la hija de Mme. du Noyer huir con ella a París. Sin embargo, se vuelve solo a París y se consuela escribiendo sátiras que firma con el seudónimo de Voltaire. Su pluma imprudente le obliga a refugiarse en el castillo de Saint-Ange. De nuevo en París en 1716 se une a los que intrigan contra el Regente, el duque de Orleans. Es desterrado a Sully-sur-Loire. Al regresar a París, el Regente lo manda encarcelar en la Bastilla y posteriormente se le fija residencia forzosa en Châtenay.

En 1718. escarmentado da un nuevo rumbo a su vida. Escribe la tragedia, El triunfo de Edipo y las comedias Marianne y El indiscreto. En 1726, debido a un incidente con un noble, nuevamente es encarcelado en la Bastilla. Se le obliga a exiliarse y escoge Inglaterra.

En Londres dedica a la reina Carolina la primera edición de La Henriada (1728) nueva versión del poema épico La Liga o Enrique el Grande, editado clandestinamente en Francia años antes. Voltaire aprecia en la sociedad inglesa que él frecuentó el respeto y la tolerancia y se ratifica en su desafecto al fanatismo.

De vuelta a París, a finales de 1728, tiene éxitos teatrales clamorosos. La muerte de César y la Historia de Carlos XII, rey de Suecia, ambas de 1732, son prohibidas. En 1734 aparecieron, sin autorización gubernamental, Las Cartas filosóficas o Cartas inglesas. El libro que constituye un alegato a favor de la tolerancia provocó un escándalo; el libro fue quemado públicamente en París y motivó otra orden de arresto que Voltaire eludió refugiándose en Cirey, en el castillo de su amante y colaboradora intelectual Mme. de Châtelet. Escribe nuevas tragedias y su sátira El Mundano, concluye con este verso que le obliga a refugiarse de nuevo en Holanda. “El paraíso terrenal está donde yo estoy”.

En 1750, invitado por rey Federico II de Prusia, amigo suyo se instaló en Berlín. Voltaire lo admiraba y lo consideraba la mejor representación del “despotismo ilustrado”, pero la amistad terminó en disputa y Voltaire regresó a Francia en 1753. En Berlín aparecieron El siglo de Luis XIV (1751), Micromegas (1752), Diatriba de doctor Alakia (1752), quemada en público en Berlín, y Anales del Imperio (1753)

Voltaire, desengañado, marcha a Suiza en busca de seguridad, tranquilidad y libertad. Allí escribió: La doncella (1755), La ley natural (1756). Ensayo sobre las costumbres (1756), gran obra de filosofía de la historia y el artículo Ginebra para la Enciclopedia, de la que era colaborador. También de esta época son dos obras de carácter pesimista: el Poema sobre el desastre de Lisboa (1755) y la novela Cándido o el optimismo (1759).

Enfrentado con los calvinistas del partido devoto y enemistado con Rousseau, compró en 1759 la posesión de Fernay, junto a la frontera suiza, donde pasaría los últimos años de su vida convertido en el punto de referencia de la Ilustración y el pensamiento libre, y donde escribiría varias obras fundamentales: Tratado sobre la tolerancia (1763), Diccionario filosófico (1764) y Comentario sobre el libro de los delitos y las penas (1766).

En los últimos años de su vida fue objeto de una verdadera idolatría sentimental. En febrero de 1778 regresó a Paris en olor de multitud para asistir al estreno de su tragedia Irene y ser coronado en la Comédie Française. Durante unos meses, paladeó su triunfo y gloria. Era ya muy anciano, las emociones le mataron. Voltaire murió el 30 de mayo de 1778. En 1791 sus restos fueron trasladados al Panteón de Hombres Ilustres.

Voltaire que encarnó el arquetipo de pensador liberal de su siglo sufrió la intolerancia de su época, que aún no ha sido erradicada de nuestra sociedad. La tolerancia, tal como escribió Voltaire en su Diccionario filosófico, no es más que “el patrimonio de la humanidad” y que como “todos tenemos flaqueza y errores” convendría que “perdonáramos recíprocamente nuestras necedades: Tal es la primera ley de la naturaleza”. Y como dijo Voltaire: “Desapruebo lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho de decirlo”.

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Paz y libertad.
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Gracias.

EL DESEMPLEO QUE NO CESA POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

EL DESEMPLEO QUE NO CESA

“De los pobres campesinos
sin trabajo, jornaleros
del hambre por los caminos.”
Rafael Alberti.
PERDIMOS EL TREN DE LA CREACION DE EMPLEO
Y NOS SUBIMOS EN EL DE LA PRECARIEDAD

Corren malos tiempos o, peor que malos, inciertos. Tiempos donde el dinero, el dichoso dinero, es -más que nunca-, desgraciado protagonista. Malos tiempos, tiempos de insolidaridad, tiempos de agotamiento del orden mundial anteriormente establecido. Tiempos muertos, en los que las soluciones no están claras o, cuando menos, son contradictorias.

Como dijo el premio de Nobel de Economía, Paul A. Samuelson, “es hora de preocuparse es hora de actuar”. Pero, hay que tener en cuenta, que como decía nuestro Quevedo, que “poderoso caballero es don Dinero” y, por tanto, quien lo tiene siempre obtendrá más. Así, vemos que las nuevas tendencias, las verdaderas disposiciones de la economía mundial vuelven a pasar por Estados Unidos, y si en ese país estornudan, en España cogemos una pulmonía que a algunos, les va a llevar a la tumba.

Quizá la plaga más importante, el jinete más tenebroso en este “apocalipsis de ahora” sea el desempleo. Ese verdadero rayo que no cesa. Esa situación de paro, de la que no se habla con claridad ni con crudeza, en la mayoría de los casos para no perder o no dejar de ganar votos. Ya sé que la sociedad es imperfecta, paradójica y casi kafkiana.

Los datos de la Encuesta de Población Activa son terminantes: el paro se ha incrementado en 117.000 personas en el año 2007 y la tasa de paro se ha elevado al 8,6 por ciento y solamente la tasa de temporalidad ha tenido una evolución favorable, en el último año, disminuyendo tres puntos y situándose en el 30,9 por ciento, todavía demasiado alta. Según los datos de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat) España tiene la mayor tasa de paro de la eurozona y la tercera más elevada de la Unión Europea, sólo superada por Polonia y Eslovaquia.

España ha tenido unos buenos años de crecimiento económico, con grandes inversiones de capital extranjero, y con posibilidades de reducir el desempleo. Sin embargo, además de posibilidades, era necesario generar empleo, lo que exigía un esfuerzo que no se hizo hace algunos años o no fue suficiente en los últimos años. Perdimos el tren de la creación de empleo y nos subimos en el de la precarización, que nos ha llevado a la destrucción del empleo.

Con todo ello, con nuestro empobrecimiento real, con nuestra falta de concienciación y cultura para el ahorro, en este año no iremos viendo más que como desaparece el empleo estable, y paradójicamente veremos como, según nos acercamos a nuevos niveles de progresión tecnológica, más prolifera la pobreza y el Estado de Malestar. Una contradicción sin parangón.

Sin duda hay que seguir batallando por un modelo de Estado de Bienestar, y para ello, lo primero que hay que consolidar es el estar. Y esto solo se arregla trabajando todos de verdad, con imaginación y con ganas de generar riqueza nacional y social, no particular y especulativa. Y como dijo el poeta: “En lo que vengo a cantar, / de diez palabras a veces / sobran más de la mitad.”


Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
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Si quieres la paz, trabaja por la justicia. Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:http://www.arrakis.es/~aarias/internau.htm

Gracias.

viernes, 25 de enero de 2008

INTERNAUTAS POR LA PAZ Y LA LIBERTAD POR UNA EDUCACION PARA LA PAZ

INTERNAUTAS POR LA PAZ Y LA LIBERTAD
ASOCIACION INTERNACIONAL DE USUARIOS DE INTERNET

Francisco Arias Solís - Presidente / Tfno 956 / 263131
Plaza San Severiano, 2 11007 Cádiz.
e-mail: pazylibertad@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias

30 DE ENERO: DIA ESCOLAR DE LA NO VIOLENCIA Y LA PAZ

INTERNAUTAS POR LA PAZ Y LA LIBERTAD POR UNA EDUCACIÓN PARA LA PAZ
Con motivo de la celebración, el próximo miércoles 30 de enero, del Día Escolar de la No Violencia y la Paz, que este año coincide con el 60º aniversario de la muerte de Gandhi, la Asociación Internacional de Usuarios de Internet Internautas por la Paz y la Libertad reivindica una educación para la paz.

La lucha por la libertad y la creación de la llamada “cultura de la paz” es uno de los objetivos fundamentales que persigue Internautas por la Paz y la Libertad y hacia los que canaliza sus esfuerzos. La educación es el medio a través del cual el respeto a los valores humanos, la compresión de la diversidad, los conceptos de justicia y libertad pueden germinar y crecer estableciendo redes de cooperación y de ayuda mutua entre seres de distintas naciones. Sin embargo, no es una tarea fácil. Día a día asistimos a la violación reiterada de la libertad y de los derechos humanos y al aumento de los comportamientos insolidarios

El ser humano no es agresivo “por naturaleza” como, según estudios de la Unesco, afirman más del 50% de los jóvenes. Es necesario que no sólo los especialistas sino la población en general asuman que el hombre no esté determinado por su biología; el aprendizaje y el entorno social son factores muy importantes en su formación.

La escuela debe contribuir a que el ideal democrático de dignidad, igualdad y respeto por la persona humana arraigue en las mentes de los niños y de los jóvenes, mentes en proceso de formación.

Para Internautas por la Paz y la Libertad la guerra es una invención social y en su lugar se puede inventar la paz.

Francisco Arias Solis
Paz y libertad.
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Gracias.

jueves, 24 de enero de 2008

FORO LIBRE: HOMENAJE A RAMON SOLIS

FORO LIBREASOCIACION CULTURAL, ARTISTICA Y LITERARIA
Francisco Arias Solís - Presidente ~ Plaza San Severiano, 2 ~ 11007 - CADIZ
e-mail: pazylibertad@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias

“Creo poder afirmar que fue en Cádiz,
cabalmente en los momentos de la guerra de la Independencia,
cuando surgió el sentimiento de la nacionalidad de la patria.”
Ramón Solís.

HOMENAJE DE FORO LIBRE A RAMON SOLIS

El próximo lunes, día 28, a las 20.00 horas, en la cafetería-restaurante El Cantábrico (Avda. Cayetano del Toro, 21 - Cádiz), la Asociación Cultural, Artística y Literaria FORO LIBRE celebrará un encuentro literario sobre la vida y la obra del novelista y periodista gaditano Ramón Solís (1923-1978), con motivo del 30º aniversario de su muerte.

Ramón Solís decidió escribir una novela de la época de las Cortes. Así surgió su libro El Cádiz de la Cortes, que Marañón, su prologuista, consideró como uno de los libros más importantes sobre España; que ha puesto luz severa, vida humana sobre el gran episodio que Cádiz vivió con una enorme intensidad. Gracias a él sabemos lo que pasó en Cádiz y lo que realmente realizaron, vivieron y soñaron aquellos liberales españoles. Claro está que Ramón Solís no se ha ocupado sólo de los doceañistas eminentes y todavía sonoros, sino del pueblo y los estamentos de aquella época, haciendo junto a la historia, esa intrahistoria que nos interesa tanto. El Cádiz de las Cortes que obtuvo el premio Fastenrath de la Real Academia Española de 1960, pertenece por su estilo al gran ensayismo español.

En 1954 publica su primera novela La bella sirena. En 1956 presenta su novela Los que no tienen paz al premio Planeta y queda finalista. Esta novela ha sido llevada al teatro por José María Pemán con el título Los monos chillan al amanecer. Sus cualidades de historiador se revelan en El Cádiz de las Cortes. Es elegido miembro de la Real Academia de la Historia. En 1961 es elegido concejal del Ayuntamiento de Cádiz . Al año siguiente regresa a Madrid. Publica más novelas, Ajena crece la hierba, Un siglo llama a la puerta, El canto de la gallina, El alijo, La eliminatoria, El dueño del miedo, Mónica, corazón dormido. Publica también algunos ensayos, Coros y Chirigotas, La guerra de la Independencia Española. En 1968 es nombrado director de la revista La Estafeta Literaria y en 1970 obtiene el Premio Nacional de Literatura “Miguel de Cervantes”.

“Lo genial es decir muchas cosas –escribe Solís- y decirlas perfectamente. Ahora bien: esto se logra a través de las ideas. Cuando la idea se piensa con claridad, se escribe con soltura; y, cuando esto se logra, se ha alcanzado el estilo”. Estamos de acuerdo con estas dos ideas que pone Solís en la mente de unos de sus personajes, y, fiel a ellas, el escritor gaditano interesa y logra excelentes éxitos. Y también fue fiel, a aquel viento generoso que sopló sobre su ciudad natal en el siglo XVIII, y que forjó el espíritu dilecto, universal y políglota de la vida gaditana.

No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.
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Gracias.

miércoles, 23 de enero de 2008

MIGUEL DE UNAMUNO POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

MIGUEL DE UNAMUNO
(1864-1936)

“Yo soy la senda, la verdad y la vida.”
¡Y qué duro, Señor, otro destino!
¡De otra verdad cómo es terrible el sino!
¡Cuán pronto de otra vida uno se olvida!”
Miguel de Unamuno.

LA VOZ DE UN VERDADERO POETA

No creo que haya palabra más recurrente en la obra poética de Unamuno que la de ritmo. En su obra advertimos su habitual identificación de poesía y ritmo, belleza y ritmo. Así en su primer libro de versos, Poesías, confiesa que, sus versos logrados, han sobrevivido dejando en la sombra del no ser a otros muchos que: “Por cada uno estos pobres cantos, / hijos del alma que con ella os dejo, / ¡cuántos en el primer vagido endeble / faltos de aire de ritmo se murieron!”

Pero el ritmo no es sólo la repetición regular de un fenómeno sonoro (acento, rima, pausas), sino el tiempo o andadura que resulta de esa repetición, y que puede ser ágil o pesado, rígido o flexible, monótono o diverso. Tal parece ser el sentido que da Unamuno al término ritmo.

Por otra parte, Unamuno sabía muy bien que lírica y canto eran lo mismo, y sus trances líricos tienen arranque de canto, aunque sea un canto que quiere ser salvaje, como el que le pide a su alma: “Canta, alma mía, / canta a tu modo..., / pero no cantes, grita, / grita tus ansias, / sin hacer caso de sus músicas”.

Unamuno, el agónico, luchó también con la música, atrayente y aceptada unas veces, evitada o convertida en gritos otras.

“Y una especie de canto hablado –decía Unamuno-, de recitación, de rezo más bien, es el verso”. Resulta, pues, bastante claro que una buena parte de la obra lírica de Unamuno ha surgido con vocación de canto, preformada desde su interior en ritmo y melodía que han cuajado, con más fortuna, en palabras.

La estimación de Unamuno por la palabra tiene algunas peculiaridades que es preciso hacer notar. Por de pronto una creencia casi mítica en el poder de la palabra y una fe en el carácter espiritual de la palabra.

Para Unamuno la palabra es la vestidura del alma. En el prólogo al Cancionero ha dejado dicho que “los llamados aciertos poéticos suelen ser aciertos verbales”. Y “la palabra poética, piensa, sueña, crea por sí misma”.

Vista ahora la producción de Unamuno, se ve la permanente, la sostenida vocación del poeta. El poema conservado de data más antigua es de 1894 -y podemos suponer que aún éste sea tardío- y de tres días antes de su muerte, ocurrida el 31 de diciembre de 1936, el último. Ahora bien, la fluidez de su vena poética tiene diferente caudal según los tiempos. Él ser poeta era la máxima entrega y el supremo afán. “En la lírica no se miente nunca –decía Unamuno-, aunque uno se proponga mentir”.

Y don Miguel creía en la legitimidad y, más aún, en la grandeza del poeta, porque si lo es de verdad, “no da conceptos: se da a sí mismo”, porque lo más grande que hay entre los hombres es un poeta, un poeta lírico; es decir, un verdadero poeta.

Cancionero es el libro que nos da un conocimiento más completo, tal vez de su personalidad originalísima, de la veracidad y autenticidad de su vida y pensamiento. Sus versos siguen el ritmo de la vida, haciéndose mejores cada vez, como el hombre, aprendiendo a serlo, “a ser lo que es”, como tanta veces repetía citando el verso de Píndaro: “aprende a ser lo que eres” . Fue, toda su vida, ese aprendizaje sucesivo de vida y verdad. Resumida en una portentosa frase. “La verdad no es lo que nos hace pensar, sino lo que nos hace vivir”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
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Paz, queramos paz.
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Gracias

ALDOUS HUXLEY POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

ALDOUS HUXLEY
(1894-1963)

“¿Cómo sabes si la Tierra no es más que infierno
de otro planeta?”
Aldous Huxley .

LA VOZ DE UN MUNDO FELIZ

Con uno solo de sus libros Un mundo feliz, Aldous Huxley logró zarandear a varias generaciones. De todos los mundos posibles, optó por el más triste, desesperanzado y amargo y, sin embargo, lo llamó feliz. De todas las formas que se conocen para olvidar y exaltar la imaginación, eligió la más devastadora, aunque se oculte tras distintos y llamativos nombres –serotinina, LSD, mescalina...-. En todos sus libros, volcó su inquietud por las relaciones humanas, por las religiones orientales, por los efectos de las drogas sobre el sistema nervioso.

La crisis social, religiosa y existencial del mundo en que vive, sacudido violentamente por dos guerras mundiales, incide en la obra literaria de Huxley, que va desde una progresiva crítica de su civilización y desde una condena de las estructuras sociales y políticas hasta el misticismo de la sabiduría oriental. El novelista y ensayista británico trata los problemas sociales y los conflictos religiosos de una manera científica y con un tono irónico, en muchos casos corrosivo. Perteneciente a una familia de gran tradición cultural, en su obra brilla, más que la intuición del artista, el juego espectacular de una inteligencia privilegiada y una vastísima cultura. Utiliza una lúcida ironía que pone al descubierto las lacras de una civilización en decadencia, señalando el horror y el vacío de la presente.

El inteligente autor de Un mundo feliz nace en Godalming, condado inglés de Surrey, el 26 de julio de 1894. Perteneciente a una familia de prestigiosos biólogos e investigadores, adquiere una gran formación científica que va a unir a su cultura artística y literaria. A los catorce años, Huxley inicia los estudios de Biología, pero una enfermedad le deja casi ciego y aprende el sistema Braille. En 1915 se licencia en Literatura inglesa y Filología en la Universidad de Oxford. Entra a trabajar en la enseñanza. En 1915 contrae matrimonio con María Nyls. Un año más tarde se convierte en crítico literario de la Westminster Gazette. En 1921 publica Los escándalos de Crome, novela de trasfondo autobiográfico llena de brillante ironía e ingenio. En 1923 se marcha a Italia, donde vive con su mujer y su hijo, durante seis años. En 1928 escribe Contrapunto, que está considerada su obra maestra; la novela es un lúcido y profundo examen sobre la condición humana y sobre el destino del hombre, a la vez que un análisis inteligente de una sociedad en crisis. En 1930 se establece en Francia. Dos años más tarde publica Un mundo feliz, su obra más difundida, verdadera caricatura del mundo futuro, tecnificado y deshumanizado. El mundo que nos presenta Huxley es aparentemente tan perfecto “que el hombre es una verdadero robot, carente de libertad”, cuestionando el papel esencial de la ciencia, que debe estar al servicio de los seres humanos y no al revés. En 1938 Huxley se marcha a California, donde el doctor Bates le salva de la ceguera total. Escribe guiones para el cine. En 1941 publica El tiempo debe detenerse y, al año siguiente, El arte de ver. Aldous Huxley muere en su casa de Hollywood, el 23 de noviembre de 1963.

Huxley es uno de los personajes más inquietantes, contradictorios y audaces de la historia de la literatura. Fue un escritor cerebral, un brillante cultivador de la llamada novela intelectual. Siempre fue un hombre de mala salud de hierro, capaz de perder la vista, recuperarla y además escribir El arte de ver.

El intelectual de apariencia remota es un profesional capaz de tejer la trama de Un mundo feliz en cuatro meses. Luego vino su vinculación a los movimientos pacifistas.

Previo al famoso Congreso de Escritores Antifacistas de Valencia, fue el de París, en el que se constituyó la Asociación Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Aldous Huxley formó parte de su junta directiva que estaba compuesta, además, por Thomas Mann, y su hermano Heinrich, Romain Rolland, André Gide, Forster, Bernard Shaw, Valle-Inclán, Ricardo Baeza, José Bergamín, Máximo Gorki, Sinclair Lewis y Selma Lagerloff.

Durante los seis largos años de la guerra mundial estuvo en California, sin querer hablar de la guerra. Huxley vivió privadamente aquel profundo horror. Quiso escapar de este mundo y emprendió su viaje al “otro-mundo”. Por ahí aparecen los experimentos con drogas. Apadrinado por “guris”, sus libros iban hacerse únicamente asequibles para quienes participaban de su “visión”. Visión de un mundo feliz con disfraz de paraíso imposible. Tal vez, Huxley pretendió simplemente ser fiel a su principio: “El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás”.

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Paz y libertad.
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Gracias.

martes, 22 de enero de 2008

LAS COSAS QUE ESTAN PASANDO POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

LAS COSAS QUE ESTAN PASANDO


“Aquí el pensamiento reposa.
En su vida hizo otra cosa.”
Mariano José de Larra.


TODOS SON DISCURSOS Y PROMESAS

A Larra le acusaron de falta de ternura, igual que a Quevedo, su maestro, sin comprender que su ternura consiste en el amor a España. Está por encima de los fanatismos y tópicos que ensangrientan el país, precisamente su “ternura” hacia millones de españoles a lo que quiere ver trabajando y no guerreando; en sus hogares y no en las cárceles, convertidos en auténticos ciudadanos y no en viles esclavos de unos principios que no pueden digerir y enfrentan a los unos con los otros... Porque uno de los grandes males del país es la obcecación, la ausencia de un sentido común colectivo que arrastra a innecesarios conflictos. A este respecto, Larra formula su gran epitafio nacional: “Aquí el pensamiento reposa. / En su vida hizo otra cosa”.

En una época de libelos y procacidades, Larra da una lección de auténtico periodismo. Lleva al periódico la crítica y el comentario de actualidad, situando el artículo en su límite justo: máximo atrevimiento y ardor en defensa de la verdad. Su consigna es la defensa de la verdad.

A pesar de la mordaza de la censura, a Larra se le oye bastante bien. Analiza en sus artículos la moral social, las costumbres la política, la literatura... Combate Larra la triste realidad de que muchos pasen la factura de la adhesión política para obtener cargos. “Pero si esperan a llamar buen Gobierno -decía- a aquel que a cada vecino le dé veinticuatro mil reales de renta por su manifiesta adhesión, nunca lo habrá para este país...” Exacto. Si el concepto buen gobierno lo confundimos con el reparto de empleos y “enchufes” siempre estará descontenta más de la mitad del país, pues no habrá bastante “enchufes” para todos.

En su artículo Vuelva usted mañana; Larra expone la tragedia del ciudadano que desea resolver un asunto en cualquier departamento oficial. Los “jefes” de la Administración parecen estar en todas partes y no encontrarse en ninguna. O aún no ha llegado o acaba de marcharse. Siempre tiene otra cosa, que le sirve de excusa. Y como se necesita la firma de ese “jefe” e invisible ciudadano para resolver el asunto hay que volver siempre otro día.

Las cosas no se arreglan y no parece existir interés en arreglarlas. Todo son discursos y promesas hablando de posibles reformas o cambios que jamás llegan. Zahiere Larra la extraña virtud de ciertas palabras y conceptos utilizados por algunos políticos para dar la sensación de que ansían renovarlo todo, cuando sólo son partidarios -íntimamente- de que nada cambie. Aludiendo a truco tan corriente y sagaz escribe: “Las buenas son aquellas palabras que no dicen nada de por sí... Con ellas no hay discursos que no se pueda sostener; no hay cosa que no se pueda probar; no hay pueblo a quien no se pueda convencer”.

Larra recogiendo la herencia de Quevedo, lleva la ironía a la prensa diaria. Dignifica el artículo y la polémica, demostrando que es factible criticar sin caer en el insulto y polemizar sin llegar a la ofensa. Y como dijo el poeta: “Las cosas que están pasando / no se nos van a quedar / en lo que se están quedando / quedándose sin pasar”.


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Sus palabras son bellas... pero luego no cumplen sus promesas.
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Gracias.

lunes, 21 de enero de 2008

AGUSTIN DE MONTIANO Y LUYANDO POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

AGUSTIN DE MONTIANO Y LUYANDO.
(1697-1764).

“Tu demanda falaz voló ligera
hasta llegar a mí, de boca en boca,
en la voz de ese pueblo que la grita,
como el último horror de tus maldades.”
Agustín de Montiano y Luyando.
LA VOZ DEL DIRECTOR PERPETUO
DE LA ACADEMIA DE LA HISTORIA.

Montiano y Luyando publicó su primer discurso sobre las tragedias españolas en 1750, acompañado de la Virginia, y en 1753 aparecía el segundo discurso, unido al Ataúlfo.

Entre los títulos más relevantes de este autor se cuentan Discurso sobre las tragedias (1750), Discurso II (1753), El robo de Dina (1727), Égloga de Lisardo y Palemón, y unas Octavas a San Estanislao de Kostka.

Agustín de Montiano y Luyando nació en Valladolid el 28 de febrero de 1697; sus padres se llamaban Francisco Antonio de Montiano y Manuela Luyando, ambos de ilustre origen. Estudió Gramática, Retórica y Poesía latina en el Colegio de San Ambrosio de Valladolid hasta que, muertos sus padres, hubo de trasladarse a Zaragoza, donde su tío don Agustín Francisco de Montiano era ministro de la Audiencia de Aragón. Cursó, entonces Filosofía en el Colegio del Padre Eterno; siguió luego el estudio de las Leyes y fue alumno de don Blas Antonio Nasarre. Pero la guerra llegó a Zaragoza, y como su tío hubiera de trasladarse a Valladolid, le siguió Montiano, continuando sus estudios en el Colegio del Arzobispo de Salamanca. Desde allí salieron el magistrado y su sobrino para Mallorca, donde residieron largo tiempo, hasta que en 1727, destinado don Agustín Francisco a Madrid, le siguió igualmente los pasos, acompañándole hasta que falleció su protector.

Viendo pocas facilidades en Madrid, pasó a Sevilla; pero, protegido por el ministro Patiño, se coloca como Secretario de la Junta de Comisarios españoles e ingleses, con lo que vuelve a la Corte. Al cesar esta Junta, se le nombró (1735) para desempeñar una plaza en la primera Secretaría del Despacho Universal del Estado. Había contraído matrimonio el año anterior con doña María Josefa Manrique, camarista de la Reina.

Ya era académico supernumerario de la Española (1737), cuando, apoyándose en una Junta que se reunía en la casa de don Julián Hermosilla, fundó la Academia de la Historia, que le eligió por primer director el 27 de abril de 1738, proponiendo a los pocos días que se comenzara a trabajar en un Diccionario histórico-crítico de España, comprendiendo que la flamante Academia de la Historia no podía subsistir por sus propios medios, obtuvo el apoyo real, mereciendo de aquella corporación que, excepcionalmente se le designara director perpetuo. En 1746 era Secretario de la Cámara de Gracia y Justicia de Castilla.

La estimación que por doquiera mereció la persona de Montiano y Luyando queda reflejada por su nombramiento de individuo de la Academia de los Arcades, con el nombre de Leghinto Dulichio; académico de honor y luego conciliario de la de Bellas Artes, siendo elegido, en 1759, para la Academia Imperial de Ciencias de San Petersburgo. Agustín de Montiano y Luyando murió en Madrid el 22 de junio de 1764, con gran sentimiento de cuantos les conocían. Y como dijo este autor neoclásico: “Ese pueblo que ves, que me acompaña / y el que feroz, a nuestra acción atiende, / no ha de asistir a tu sentencia inicua.. “

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Tolerancia cero contra la corrupción.
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Gracias.

EXHIBIR EL PROPIO YO POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

EXHIBIR EL PROPIO YO

“Todos quieren repicar
y andar en la procesión.
Y todos farolear
cuando llega la ocasión.”
José Bergamín.

SUBLIMACION DEL FRACASO

El egotismo de muchos españoles es una cualidad que muchas veces sorprende y desagrada a los que visitan España. Sobre todo, naturalmente, a esas personas que por inclinación natural, o por educación, tratan siempre de evitar la exhibición de su propio yo. Lo cual no quiere decir, claro es, que a esas personas educadas y comedidas, su propia intimidad, lo que ellos son y lo que quisieran ser, no les interese o preocupe. El español no hace sino exteriorizar a gritos un sentimiento muy humano que otros, generalmente, callan. El que expresó Don Quijote al exclamar: “No hay otro yo en el mundo”. Comentando estas palabras, escribió Unamuno, extendiendo así su propio inmenso egotismo a la humanidad entera, es decir, a cada uno de los hombres aislados que forman la humanidad: “Cada uno de nosotros es único e insubstituible”. Esto es lo que el alma siente, lo que cada corazón siente, callando; y lo que muchos españoles muy a menudo dicen.

Exhibir el propio yo supone siempre la convicción -o al menos el deseo de convencer a los otros- de una cierta superioridad. Ahora bien cada español parece convencido de poseer, por gracia divina, y sin ninguna otra razón, una indefinible superioridad sobre el resto de los mortales. Unamuno expresó perfectamente ese sentimiento al escribir en El individualismo español, a principios del siglo XX: “Lo que no se comprende es que una persona sin hablar, sin escribir ni pintar, ni esculpir, ni tocar música, ni negociar asuntos, ni hacer cosa alguna, espere que por solo acto de presencia se le dispute por hombre de extraordinario mérito y sobresaliente talento. Y sin embargo se conoce aquí, en España -no sé fuera de ella- no pocos ejemplares de esta curiosísima ocurrencia”.

Hay bastantes evidencias de que, desde hace siglos, ha abundado en España ese tipo de individuos. El escritor gaditano Cadalso, por ejemplo, en la segunda mitad del siglo XVIII, habla también del caballero español, en los pueblos, lleno de orgullo, en medio de su pobreza; contento de sí sin motivo alguno: “Todo lo dicho es poco en comparación de la vanidad de un hidalgo de aldea. Este se pasea majestuosamente en la triste plaza de su propio lugar, embozado en su mala capa, contemplando el escudo de armas que cubre la puerta de su capa medio caída, dando gracias a Dios y a la providencia de haberle hecho Don Fulano de Tal”.

Sólo habría tal vez que agregar, para acabar el retrato de ese español, del extraño tipo de hombre que aparece en las dos citas que acabamos de hacer, que junto a la seguridad de que ese español alardea, o, más bien, por debajo de esa aparente seguridad, de esa enfática afirmación del propio yo, hay en realidad, hoy al menos, casi siempre, una profunda inquietud, una gran duda, un gran temor. Lo que sucede en verdad no es tanto que el español hoy se crea superior, sino que quiere serlo, que no se conforma con su pequeñez e insignificancia.

Bien pudiera pensarse que ese orgullo injustificado, esa soberbia extraordinaria, no es sino consecuencia de la derrota, sublimación del fracaso personal y de su país. Tal vez mucho de lo que ocurre y ha ocurrido en España, como en el alma de los españoles, pueda explicarse por el hecho de que España ha perdido hace mucho la posición preponderante que ocupó en el mundo una vez; y por el hecho de que los españoles nunca se han resignado a esta pérdida de prestigio. Aunque no dejaría de ser extraordinaria una tan larga falta de resignación. Quizás el desmesurado egotismo de tantos españoles se pueda explicar en gran parte por ser muy frecuente entre ellos lo que hoy llamaríamos un agudo complejo de inferioridad.

Si una persona se siente superior, pero no puede demostrarlo, oscuramente proyecta a veces hacia un lejano futuro, hacia un mundo distinto al de la realidad presente, el pleno desarrollo de esas posibilidades maravillosas que siente dentro de si encerradas. Eso sucede a menudo al español, y por eso su egotismo es un sentimiento que trasciende del ahora y del aquí para instalarse en un ilusorio más allá, en un día indeterminado.

Quizá todo egotismo es siempre en cierto modo trascendente. Egotismo, ese brutal querer imponer el yo propio en otros, es tal vez, en realidad, ansia de infinito, deseo de permanecer, de no ser olvidado. Es un querer ser más, querer ser todo. Y si eso no es posible aquí y ahora, habrá de ser posible luego, en otro mundo. Ese proyectarse hacia un más allá es probablemente lo que distingue este egotismo, este sentimiento -hondo y entrañable siempre, por odioso que a los otros parezca- de la simple vanidad, que es un sentimiento más superficial que busca su satisfacción sólo en este mundo, sólo ahora y aquí. Y como dijo el poeta: “Aunque llegues a lo más, / a lo más a que se llega / es a no poder llegar”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
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Cuando hay libertad, todo lo demás sobra. Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:http://www.arrakis.es/~aarias/internau.htm

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domingo, 20 de enero de 2008

STENDHAL POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

STENDHAL
(1783-1842)

“Todo el que se suicida,
se suicida por falta de imaginación.”
Stendhal

LA VOZ MAS VERDADERAMENTE ROMÁNTICA

La obra narrativa de Stendhal es de capital importancia para la historia de la literatura universal. Fue considerado por Nietzsche el mejor novelista de su siglo, juicio que la crítica contemporánea no considera desorbitado. Escribió más para la posteridad que para sus contemporáneos (él mismo dijo que no sería comprendido hasta 1860 ó 1880), y su obra, si bien fundamentalmente romántica, anticipa el realismo y psicologismo de la primera mitad del siglo XX.

Stendhal es una de las figuras decisivas para hacer una historia de lo que ha sido la educación sentimental . Por muy varios motivos. En un sentido es uno de los autores más verdaderamente románticos que han existido. Por otra parte vivió la plenitud de la vigencia romántica y llevó al asunto del amor una dedicación triple: la de su vida personal en primer lugar; la teórica o “ideológica” y escribió un famoso libro de pensamiento sobre la realidad amorosa; finalmente, la literaria, la de invención o recreación del amor de sus personajes de ficción, en las extraordinarias historias que compuso con un maravilloso talento de narrador.

Stendhal, seudónimo de Henri Beyle, nace en Grenoble el 23 de enero de 1783 y muere en París el 23 de marzo de 1842. De origen burgués, quedó huérfano de madre a la edad de siete años. Desde su adolescencia dio muestras de ser un espíritu inquieto y deseoso de aventuras. Fue admirador y partidario de Napoleón, a cuyos ejércitos se incorpora muy joven y con ellos fue a Italia, que tanto había de condicionar su vida, y en particular su experiencia amorosa. Cuando cae Napoleón reside en Milán, dedicándose a la música y la pintura y allí conoce a Angiola Pietragrua y más tarde a, Matilde Vicontini-Dembowski, con quienes mantiene relaciones amorosas. Considerado sospechoso de carbonerismo, regresa a París en 1821. Colabora como crítico de arte y música de algunos periódicos y, tras el ascenso al poder de Luis Felipe es nombrado cónsul en Trieste (entonces bajo dominio austriaco), no consiguió ser aceptado y fue cónsul en Civitavecchia, en los Estados Pontificios.

Stendhal se sintió disidente de la Francia de la Restauración y también de la monarquía de Orleáns, tras la revolución de 1830; despreciaba el mundo en que tenía que vivir, pero era irremediablemente francés. Estaba, en cambio, enamorado de Italia, y un poco irrealmente también de España. Estaba apasionado por la pasión, que encontraba en Italia y en España, frente a la estimación francesa del dinero y la vanidad. España se le presenta concentrada en Andalucía y vista por su amistad con Prosper Mérimée, que lo acercó a la condensa de Montijo y sus dos hijas, todavía niñas. La vida de Stendhal estuvo absorta en dos ocupaciones –y preocupaciones-: por una parte, la mujer y el amor; por otra, la literatura. “Se trata de un hombre que ni verdaderamente amó –escribió Ortega y Gasset-, ni, sobre todo, verdaderamente fue amado. Es una vida llena de falsos amores”. En 1835, Stendhal da una lista de doce mujeres (y una de ellas aparece dos veces), que, dice, “han ocupado, literalmente, toda mi vida. Después de ellas, mi obras”.

Antes de escribir sus novelas, Stendhal escribe un libro Del amor (1822). Este libro, que inicialmente no tuvo ningún éxito, ni apenas resonancia, fue luego famoso. El libro comienza clasificando cuatro amores diferentes: El amor-pasión, el amor-gusto, el amor físico y el amor de vanidad. Y al final del capítulo añade: “Por lo demás, en lugar de distinguir cuatro amores diferentes, se pueden muy bien admitir ocho o diez matices”.

Stendhal inicia su carrera literaria con obras de carácter ensayístico relacionadas con sus intereses musicales y con sus viajes: Vidas de Haydn, Mozart y Metastasio (1815) e Historia de la pintura en Italia (1817). Usó por primera vez el nombre de Stendhal para publicar Roma, Nápoles y Florencia (1819). Su estudio Racine y Shakespeare (1823-1825), contiene una defensa del Romanticismo. En 1827 aparece Armance, su primera novela, a la que siguió Vanina Vanini (1829). En 1830 publica una de sus dos obras maestras Rojo y negro y en 1836 La cartuja de Parma, en el que muestra tanta genialidad como en el libro anterior. También hay que señalar Victoria Accaramboni (1837), Memoria de un turista (1838), La abadesa de Castro (1839), así como las obras póstumas Lamiel (1889), Lacien Leuwen (1894) y las autobiográficas Vida de Henry Brulard (1890) y Recuerdos del egotismo (1892).

Las novelas y sobre todo las dos capitales, son fundamentalmente historias de amor. Es el amor lo que hace vivir a los personajes y les da relieve. Acaso las novelas fueron la realización virtual imaginaria, de lo que le faltó en su vida. En todo caso, hay que incluirlas, y con pleno derecho, entre sus trayectorias, porque la vida no es solo lo que hacemos, sino también lo que no hemos hecho pero hemos deseado fervientemente. Y como dijo el más verdaderamente romántico de los novelistas: “Todos los amores que se pueden ver en este mundo nacen, viven y mueren, o se elevan a la inmortalidad, según las mismas leyes”.


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sábado, 19 de enero de 2008

PEDRO JARA CARRILLO POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

PEDRO JARA CARRILLO
(1876-1927).

“Yo soy de ese pueblo.
Yo soy de ese pueblo que sufre y que calla
mi voz es la suya, sus penas las mías,
mi llanto sus lágrimas.”
Pedro Jara Carrillo.
LA VOZ DE LOS SIN VOZ

Recordar la labor creadora de este importante escritor nos parece no sólo un acto inaplazable de justicia literaria, sino también la posibilidad de volver a releer una obra variadísima, en la que abundan buenos poemas, meritorias narraciones y excelentes artículos periodísticos.

Pedro Jara Carrillo nació en Alcantarilla, provincia de Murcia, el 11 de diciembre de 1876. Su infancia y primera adolescencia transcurren en su pueblo, hasta que cumple los quince años, en que se traslada a Murcia para estudiar el Magisterio en la Escuela Normal, estudios que proseguiría cuatro años después en la Escuela Superior de Madrid. En el Diario de Murcia publica sus primeros poemas.

A su vuelta de la capital de España se instala en Murcia, donde suceden sus aventuras veinteañeras, acompañado siempre de que fue su mejor amigo y compañero Enrique Martí Ruiz-Funes. Precisamente este escritor nos ha dejado una romántica narración Nausica (Un amor escondido del poeta Jara) en la que se refiere a Devoción, el inolvidable primer amor de Jara, cuyo recuerdo el poeta expresaría en versos apasionados, sobre todo en sus primeros libros, desde Siemprevivas (1902) a Cocuyos (1905).

En 1911 Jara es nombrado director del diario El Liberal. Llegaba a este cargo con una amplia experiencia como periodista, pues ya en 1902 había dirigido El Correo de Levante, y posteriormente colaborado en otros diarios de la región. Fue además Jara concejal del Ayuntamiento de Murcia entre 1920 y 1923.

En ambas actividades, la de periodista y la de político, combatió siempre la injusticia, y puesto del lado del pueblo defendió siempre los intereses de los más desfavorecidos, así como contribuyó el embellecimiento de la ciudad. Pedro Jara Carrillo murió el 4 de octubre de 1927 en Murcia.

La obra de Pedro Jara Carrillo hay que situarla dentro del medio ambiente literario de encrucijada en los primeros años de siglo. Por un lado la pervivencia de los viejos esquemas decimonónicos. De otra parte una línea de literatura regional de corte popular, donde las costumbres y tipos de la huerta y campo de Murcia tuvieron un protagonismo esencial.

Es a partir de Besos del Sol (1912), cuando la poesía de Jara evoluciona a un más decidido modernismo de clara influencia rubeniana y, sobre todo del poeta malagueño Salvador Rueda. Pero, sin duda, uno de los factores más interesantes de la poesía de Jara es su variedad métrica, con una interesante combinación de lo culto y lo popular, junto con el empleo de diversas renovaciones métricas llevadas a cabo por el Romanticismo y el Modernismo.

De las seis breves piezas que constituyen la obra teatral de Jara hemos de destacar Un telegrama y Del retablo murciano. Pero en la faceta en la que más destacó Jara fue como periodista. Sus innumerables artículos reflejan el tesón y el espíritu combativo que poseyó nuestro autor. En sus crónicas de tema nacional, expresa su opinión sobre los problemas fundamentales de la nación y critica a los políticos que anteponen su propio provecho a los intereses generales, con un sentido tono regeneracionista. Y como dijo el poeta murciano: “Todo es lucha, / y es noble luchar; / es la ley eterna / de la humanidad. / En su lucha el alma / no cede jamás, / luchando siempre / por la libertad”.

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Si quieres la paz, prepárate a vivir en paz con todos los hombres.

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Gracias.

HENRIK IBSEN POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

HENRIK IBSEN
(1828-1906)


“Las verdaderas columnas de la sociedad
son la verdad y la libertad. “
Henrik Ibsen.

LA VOZ DESPERTADORA DE LA INTELIGENCIA

Ibsen ha sido uno de los más importantes creadores de la literatura moderna dramática, considerado el autor del teatro de ideas. Pensar en Ibsen , resulta algo por el estilo de lo que es recordar a George Bernard Shaw , que ha seguido sus huellas, y a Unamuno. Los tres, son en grado superlativo, despertadores de inteligencias. Cualquier falta de integridad intelectual, ya evidenciaba en la vida de sociedad, ya en cada individuo, es blanco escogido por ellos para dirigir allí sus tiros. Pero Ibsen era por esencia un escritor de vena satírica, así como su consuegro, Björnson Björnstjerne, con quien compartió la primacía de la literatura noruega, era un apóstol de instintos constructivos y un ardiente poeta. El teatro de Ibsen es un exponente de la sociedad de su época, a la que el autor pretende modificar, y expresa el conflicto entre la autenticidad y la hipocresía. Su teatro se centra en la creación y tratamiento de grandes personajes, especialmente femeninos, y por la crítica a los prejuicios burgueses y al capitalismo.

Henrik Johan Ibsen nace el 20 de marzo de 1828 en Skien, pequeña ciudad noruega, y muere el 23 de mayo de 1906 en Cristianía (actual Oslo). Sufre a partir de los ocho años una angustiosa pobreza, después de los desastres financieros que tuvo que padecer su padre. Ibsen, con catorce años, ingresa en un colegio religioso de Skien, que tiene que abandonar dos años más tarde, obligado por las necesidades económicas. Trabaja durante seis años de aprendiz de farmacia en Grimstad. Termina sus estudios de secundaria y comienza sus estudios de Medicina, que no finalizará. Comienza a escribir algunos poemas y sus primeras obras dramáticas. Obtiene el cargo de director del teatro de Bergen poco después de publicar su primer drama Catilina en 1850, obra en cuyo desgraciado héroe revolucionario surge ya el espíritu inquieto del autor, y después de desempeñar dicha dirección durante siete años, obtuvo otra la del teatro de Cristianía, empleo ocupó desde 1857 hasta que emprendió su viaje a Roma. Como Shakespeare, pues, adquirió consumada maestría en la técnica teatral y basándose en ella revolucionó el arte dramático en Noruega. En Bergen conoce a Susannah Thoresen, la hija de un clérigo, con la que contrae matrimonio en 1858. Su exilio voluntario duró veintisiete años, Ibsen reside en Roma, Dresde y Munich. En 1891, regresa definitivamente a Noruega y en 1895 fija su residencia en Cristianía. En 1900 sufre un primer ataque de apoplejía al que le sucederán otros que irán minando su salud hasta dejarlo postrado en cama totalmente paralítico hasta su muerte.

Inicia su producción dramática bajo el influjo romántico de Hertz en Dinamarca y de Dumas, en Francia, en obras como La noche de San Juan (1853), tragedia melodramática, y piezas románticas como La fiesta de Solhaug, es decir, de la montaña llena de sol (1856), y Olaf Liliekrans (1857), todas con muy pobres éxitos. En Roma atrae la atención de algunos críticos, publicando la serie de Los pretendientes (1864), Brand (1866), Peer Gynt (1865), y su Emperador y Galileo (1873). En esta última obra desarrolla teorías que son un compuesto de Ley y Libertad, lo cual parece ser la solución que él da al enigma de la vida.

El tema capital de sus obras, es en rigor, el adoptado por Unamuno: que el individuo, “el hombre de carne y hueso”, vale más que la masa, y que una mayoría, por muy compacta que se presente, raras veces tiene razón. En Las columnas de la sociedad (1877), atacó la hipocresía reinante en las altas esferas sociales, mientras que Las casas de las muñecas (1879), presentó el modo como la clase media trataba a las mujeres. Fiel a la teoría individualista de la vida, personifica en Nora la moral personal contra la moral social representada por Helmer, su marido, una de las “columnas de la sociedad”, y justifica la emancipación individual de la mujer, cueste lo que cueste.

A la tempestad de críticas que levantaron estas obras y Espectros (1881), contestó Ibsen con Un enemigo del pueblo (1882), en que el deseo, a lo Unamuno, de emancipación individual, llegó al límite extremo. No podía ya el realismo ir más lejos, y en su obra siguiente, titulada El pato silvestre (1884), Ibsen viró en redondo y comenzó un periodo en que dio rienda suelta a la imaginación y se dedicó a estudiar los rasgos psicológicos de grandes personalidades. Rosmersholm (1886) es una obra característica de las de esta clase. Y una vez tornada esta nueva actitud imaginativa, que deja atrás la triste realidad, no faltaba ya más que dar un paso para llegar al simbolismo, y en Solness, el constructor (1893), drama simbólico, pinta la tragedia del genio que él personifica en un artista cuyas aspiraciones son, de puro altas inasequibles. En su obra final, Al despertar de nuestra muerte (1899), él mismo escribió el epílogo de su carrera literaria, la honda e impresionante confesión de su infelicidad. El estado de ánimo que revela es el mismo del Canto a Teresa, de Espronceda, una vana nostalgia por aquel romanticismo color de rosa de los años juveniles, mezclado con las amargas reacciones producidas por la experiencia. Y como dijo el dramaturgo noruego: “Nuestra sociedad es masculina, y hasta que no entre en ella la mujer no será humana”.

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Tolerancia cero contra la corrupción.
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viernes, 18 de enero de 2008

JACINTO DE SALAS Y QUIROGA POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

JACINTO DE SALAS Y QUIROGA
(1813-1849)

“Yo que, anegado en lágrimas, camino
sobre el suelo adorado en que naciera,
no soy el infeliz que contamino
cual dicen, con mi acento tu ribera.”
Jacinto de Salas y Quiroga.

LA VOZ DE LA POESÍA DEL CORAZON

Salas y Quiroga fue el primer romántico español que coleccionó sus poemas en volumen y su prólogo, en opinión de Allison Peers, “fue quizá el más audaz y explícito de todos los manifiestos románticos”. Y cuando feneció El Artista, Salas con un grupo de amigos fundó para sucederle, la revista mensual No me olvides, que aunque solo vivió unos meses es una de las más interesantes y curiosas para el estudio del Romanticismo español.

La literatura romántica reúne para Salas todas las excelencias, y el escritor le parece investido de una sagrada misión: “Nosotros -escribe en el editorial del número primero de la revista-, jóvenes escritores del No me olvides, no aspiramos a más gloria que la de establecer los sanos principios de la verdadera literatura, de la poesía del corazón, y vengar a la escuela llamada romántica de la calumnia...”

Jacinto de Salas y Quiroga nació en La Coruña el 14 de febrero de 1813. Huérfano siendo aún muy niño, fue enviado a Burdeos, con recomendaciones para la familia Cabarrús, donde continuó sus estudios que había comenzado en La Coruña y seguido en Madrid. En mayo de 1830, teniendo sólo diecisiete años, se embarcó para América, y después de recorrer varios países se estableció en Lima donde se dio a conocer como poeta. En 1832 regresó a Europa, y tras vivir algún tiempo en Inglaterra y Francia, volvió a Madrid. Liceísta con todos los poetas de la hora, colaboró en El Artista, publicó el referido volumen de Poesías y fundó No me olvides, en cuyas páginas colaboraron Zorrilla, Pastor Díaz, Espronceda, y comenzaron a hacer su carrera poética Gil y Carrasco y Campoamor. En 1839 viajó de nuevo a América con un puesto diplomático oficial; residió cinco meses en Puerto Rico y recorrió las Antillas. Al regresar a Madrid publicó un libro de Viajes y un segundo libro de versos, Mis consuelos, y fundó una nueva publicación La Revista del Progreso. Colaboró por entonces en las principales revistas y periódicos, y en 1848 publicó una importante novela, El Dios del siglo. En 1849 murió en Madrid en plena juventud.

En lo que concierne a la literatura española Salas cree que el influjo francés ha sido, en conjunto, perjudicial para nuestras letras, sobre todo en la poesía, y preconiza el estudio de nuestros clásicos.

Salas y Quiroga acoge en sus versos todos los temas del Romanticismo, pero posee en los momentos más felices acentos propios y motivo de inspiración preferentes y característicos, que configuran su personalidad. la soledad y el amor. Salas, como dijimos perdió a sus padres en edad muy temprana, y luego también a sus varios hermanos; por ello, su poesía está empapada de un hondo sentimiento de desamparo, de ausencia, de orfandad, de ansia de amor que colme el vacío de su vida. Y esta nostalgia la expresa Salas en un tono suave, de queja dolorida y melancólica, sin los tremendismos ni trompeterías que tanto prodigan otros muchos poetas de su tiempo. Los títulos de sus composiciones indican ya la tonalidad del poeta gallego: Himno de amor, El amor del poeta, Ni esperanza, Ruega por mí, A Galicia, Así la amé. En los últimos años de su vida compuso Salas el poema autobiográfico Leonardo empapado de irónico escepticismo, del que reproducimos unos sentidos versos: “¿Quién? ¿Yo qué soy? ¿Qué espero? ¿En dónde vivo? / Soy tierra calcinada que vegeta. / ¿Qué espero yo? El martirio del poeta: / Vivo entre cieno que fermenta el sol”.

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No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.
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Gracias.

TODO ES CASI LO MISMO EN CADIZ POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

EL ANTIFAZ

“Y pues las palabras,
gastadas perdieron,
cual monedas viejas,
el tipo y el precio,
basta de palabras ...
¡Música maestro!”
Manuel Machado.

TODO ES CASI LO MISMO EN CADIZ

No sé si alguien ha dicho que es la ironía un antifaz del pensamiento. Como el antifaz de un rostro humano: antifaz de ironía. Antifaz del pensamiento. O del sentimiento. Quizá también de enamorados. Enamorados de las cosas, de las palabras.

Antifaz para los que no se quieren repetir por no poderse suceder. “Yo me sucedo a mí mismo”, había dicho Lope. Cádiz se sucede a sí misma, sin repetirse. Cada año, cada carnaval.

Sí sé que alguien ha dicho que el que no sabe repetir es un esteta y que solamente el que sabe repetir es un hombre. Se diría, sin embargo, que es un hombre no aquel que sabe repetir o repetirse, sino el que sabe suceder o sucederse. El que sabe lo que sucede cuando nada, o todo, le pasa. Porque hay hombres de repetición como los relojes: que dicen y hacen la misma cosa cuantas veces se quiera. Y aún los hay, como los relojes, de cuco. No son hombres, son máquinas. Y el reloj que nos mide el tiempo, no nos lo dice, no nos lo transparenta como el cristal vivo del poeta, no nos lo da a entender. Porque no nos lo da, nos lo quita. El reloj no nos da la hora, no las quita. Es ladrón del tiempo. “Ladrón del tiempo con disfraz le llamo”, nos dirá Lope.

La historia no es historia, como el reloj, porque se repite, sino como el hombre porque se sucede. La historia no nos quita el tiempo: nos lo da.

Pasar y suceder son diferente cosa. Y creo que en Cádiz, donde no pasa o no pasaba nada nunca, sucede siempre todo. Lo que queda de esta ciudad no es lo pasado de ella o lo pasado en ella, sino lo que en ella está siempre sucediendo.

Todo es casi lo mismo. La gran palabra, la nuestra, la de nuestra época que lo coge y atruena todo ... es la palabra casi. Más breve: palabra-casi, casi-palabra... Aquí, casi en el inicio de un nuevo siglo, casi al comienzo del nuevo año sucede casi todo. Un paro casi general. Una casi seguridad de ser libres algún día, en la cuna de la libertad, donde es casi seguro que se seguirá luchando por la libertad. Pobreza en casi todos los sitios. Drogas que nos sitian a casi todos. Emigrantes que mueren en casi toda la costa gaditana. Políticos casi de centro. El centro casi sin políticos. Partidos casi iguales. La desigualdad casi en todas partes. Vías del tren que pasan casi soterradas. Trenes que casi no pasan por las vías. Unas vías casi inutilizadas y casi a punto de ser de alta velocidad. Una Mancomunidad, la de la Bahía, que no acaba de nacer y está casi enterrada. El casi, en fin, en las cosas más pequeñas. Peñas, que dicen que son casi bares y bares casi vacíos, un palacio de congreso casi estrenado y casi sin utilizar, una ciudad casi sin zonas verdes, casi sin industrias, casi sin viviendas, casi sin habitantes; todo a medio hacer..., hasta en los edificios el casi... Por todos partes un justo medio que no es otra cosa que un casi mal disfrazado. Pues el antifaz es un casi como el espejo mismo. El antifaz no nos tapa el rostro del todo, sino casi. Por eso no engaña a los ojos del todo como la máscara de verdad, sino casi engaña dando al rostro humano una casi verdad más mentirosa que la mentira misma; que la máscara que lo oculta o lo escamotea completamente.

Para los gaditanos ya no debe haber casi que valga. Ni casi verdades ni medias verdades. Debe haber todo o nada. Cara a cara. Y sin antifaz. Y como dijo el poeta: “¿Dijiste media verdad? / Dirán que mientes dos veces / si dices la otra mitad”.

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Sus palabras son bellas... pero luego no cumplen sus promesas.
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Gracias.

jueves, 17 de enero de 2008

CARLOS MURCIANO POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

CARLOS MURCIANO

“Esto de no ser más que tiempo espanta.
La solución bajo el costado izquierdo:
un fiel reloj que jamás me acuerdo
de darle cuerda y, sin embargo, canta.”
Carlos Murciano.

LA VOZ DEL CANTOR DEL TIEMPO

Carlos Murciano hablándonos de su hermano Antonio nos contaba: “Hasta que, en agosto de 1949, surge Alcaraván. Ya para entonces su naturaleza contagiante había infiltrado en mí el virus de la poesía (como, más tarde, el apego al tema navideño y, lo que es más sorprendente, a la copla flamenca). La poesía nos une (iba a decir “nos hermana”). Pronto empezamos a escribir y a concursar juntos, y los premios nos permiten formar poco a poco nuestra biblioteca”.

El poeta arcense se comunica con los hombres, haciendo de su mensaje “un simple recado” por la “claridad de la caridad, que es la que pasa por el corazón”. Nacido en Arcos de la Frontera en 1931. Su pueblo, la niñez y la vida familiar llegan a los versos desde el recuerdo, su estancia en Madrid, no se advierte si no es por lo que en los poemas recoge de su mujer, Antoñita, y de sus hijos. Este poeta y prosista andaluz, destaca también como musicólogo, crítico de arte y crítico literario, habiendo traducido a numerosos poetas ingleses y norteamericanos.

Premio Nacional de Literatura en 1970 por el libro Este claro silencio, se había dado a conocer con El alma repartida, escrito cuando traspasaba el umbral de los veinte años. Desde entonces ha publicado Angeles de siempre, Viento en la carne, donde padece la dura búsqueda de un porqué para su existencia.

La tristeza adquiere forma de muchacha en Poemas tristes de Madia y le sigue pesando en Cuando da el corazón la medianoche. Tiempo de ceniza es una consideración del tiempo -del todo y la nada del tiempo- para un poeta aún perdido en la búsqueda, que prosigue en Un día más o menos. Desde la carne al alma contiene los poemas decisivos y últimos de esta búsqueda. En los restantes libros se ocupa de lo que es para él experiencia eternizada de lo cotidiano: de la muerte es el Libro de epitafios, del retorno a la infancia son Los años y las sombras, El mar y Este claro silencio; en Claves es la música su musa inspiradora.

También ha cultivado el cuento, La aguja y La escalera; y la novela La calle nueva, Cartas a Tobby y Triste canta el búho, entre otras. En 1982 obtuvo el Premio Nacional de literatura infantil y juvenil por El mar sigue esperando y en año 2000 el Premio Internacional Atlántida por el conjunto de su obra.

Las coordenadas temáticas del poeta son la Muerte y el Tiempo; con predominio del Tiempo, que en su deslizarse alude siempre a la Muerte como meta final. Sin embargo, Carlos Murciano no es un escritor a quien abrume esta postrimería; él mismo ha escrito en Notas para una poética: “Detenerse ante algo triste, algo sucio, sí. Y cantarlo. Pero para salvarlo por la belleza, para levantarlo con el verso, con el verbo privilegiado; no para hundirlo más en su tristeza, en su mísero existir, al airear sus defectos. Ver en el perro muerto no la carne que se pudre, sino los dientes que, blancos, hermosos, permanecen. He ahí el secreto”.

Carlos es un enamorado de su pueblo, e inspirado en tanta belleza, escribe: “Arcos, alguien lo ha dicho, es como un belén de ensueño. Allí la piedra amarilla de vientos de años junto al fresco verdor de la hierba olorosa; el río curvándose y descurvándose espejante; el molino que espumea orillando una agua nítida; los eucaliptos de despeinada cauda, los álamos de nieve y ceniza buscándose -narcisos- el reflejo; el rebaño, triscador y albeante, la mula parda y el buey lento, asomando sus ojos mansos por cualquier cueva umbría, los hombres curtidos de sol y de reatas, casi filósofos en sus sentencias; la cuesta de Belén, con un barranco delirante de cal que deja ver a sus espaldas un cerro de olivares y chumberas; todo un escenario, en fin, dispuesto a recibir el milagro de un Dios descendido”.

Y en su pueblo, cuna de la poesía, Carlos sintió como le brotaban, a golpes, sus versos, unos versos de tan sencillos, milagrosos: “A veces suena a Dios. De todos modos / es un reloj y un día, como todos, / se quedará parado en cualquier hora”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
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Por la convivencia frente a la crispación.
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Gracias.

GUILLAUME APOLLINAIRE POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

GUILLAUME APOLLINAIRE
(1880-1918)

“Entre el rumor de las campanas,
bella gitana, amante y mía,
nos amamos perdidamente
y nadie, nadie, nos veía.”
Gillaume Apollinaire.

LA VOZ DEL ABANDERADO DE LAS VANGUARDIAS

Para tener una idea clara del significado y la importancia del gran lírico que fue Gillaume Apollinaire, nada mejor que el juicio que le mereció a Lemaître: “Sin Apollinaire, el cubismo pronto hubiera expirado...” , y concluye nuestro eminente crítico, Guillermo de Torre, de un modo más contundente y revelador: “Cuando Apollinaire, al igual que Picasso, descubre el cubismo y Ramón la greguería, se descubren a sí mismos”. La poesía de Apollinaire se distingue por ser realizada sobre frases sueltas, escuchadas por el autor aquí y allá. Apollinaire dio una nueva proyección a la poesía por medio de lo que él dio en llamar “poemas-conversaciones”. Amante de la lengua y de sus diferentes registros, del juego verbal y visual, así como del misterio, fue uno de los principales impulsores de la vanguardia literaria y artística de comienzos del siglo XX. Colaboró y fundó numerosas revistas literarias, donde ejerció la crítica. Descubrió el arte naïf, el arte negro, apoyó el grupo pictórico de los fauves y escribió en apoyo de los cubistas (Los pintores cubistas, 1913) y los futuristas (La antitradición futurista, 1913). A principios del siglo XX participó en París con Picasso en discusiones sobre el reciente cubismo. Apollinaire fue el primero en utilizar los términos surrealismo y surrealista. Inventó el término en 1917 (con motivo del estreno de su obra de teatro Las tetas de Tiresias a la que calificó de drama surrealista) para expresar una forma de ver la realidad, porque no le servía ningún otro.

Wilhelm Apollinaris de Kostrowitzky nace en Roma el 26 de agosto de 1880 Será bueno recordar el disfraz-leyenda con el que caracterizó su personalidad –se autodescubría como hijo de un cardenal italiano y Picasso le dibujó con una tiara y una mitra-. Su madre era una aristócrata polaca y una ludópata empedernida que le llevó por todos los lugares donde hubiera un casino donde perder algo de dinero. Muy niño su madre le llevó a la Costa Azul, donde vivió los mejores años de su infancia. Estudia en el Liceo de Niza y más tarde en Lycée Sant –Charles de Mónaco. En 1899 se traslada a París. Comienza su vida laboral trabajando en un banco, y posteriormente se marcha a Alemania para ocupar el puesto de preceptor de la vizcondesa de Milhau. Allí se enamora de la dama de compañía de aristócrata, llamada Annie Playdu. Termina por afincarse en París definitivamente en 1902. Su actividad literaria se inicia con la colaboración en publicaciones como La Revue Blanche o Mercure de France. En 1903 funda la efímera revista Le Festin d’Esope y La Revue Inmoraliste. Comparte tertulias con Picasso, Braque, Derain, Matisse, Max Jacob... y la pintora Marie Laurencin, con quien mantiene una relación sentimental. “Es la alegre época en que se dedica a mil cosas-nos cuenta Ramón Gómez de la Serna-, falta a mil citas y llega tarde a otras mil. Él mismo lo ha dicho, poetizando, cínicamente su informalidad en las citas: “Un día. / Un día yo me esperaba a mi mismo. / Yo me decía : “Guillermo, ya es hora de que llegues””. En septiembre de 1911, Apollinaire es detenido como supuesto autor del robo de La Gioconda y conducido por dos guardias a la cárcel. Sus amigos llevan la convicción de la inocencia de Apollinaire a los jueces y es puesto en libertad. Al estallar la Primera Guerra Mundial se alista como voluntario y es herido de gravedad en 1916, un día, estando leyendo un número de Mercure de France en la trinchera, un pedazo de obús se le clava en la cabeza. En 1918 se casa con la rusa Jacqueline Kolb. El gran día del armisticio, el 9 de noviembre de 1918, muere en París, víctima de la gripe.

Escribió, entre otras obras, los cuentos El encantador en putrefacción (1908), centrado en el mago de Merlín, y El poeta asesinado (1916); los libros de poemas El bestiario o el cortejo de Orfeo (1911), Alcoholes (1913) y Poemas a Lou (1955), publicado póstumamente; el drama surrealista Las tetas de Tiresias (1917); los textos eróticos Memorias de un joven don Juan (1907), Las once mil vergas (1908) y El fin de Babilonia (1914), y sus famosos poemas gráficos o dibujos construidos con palabras Caligramas (1918), 86 “poesías de la paz y de la guerra”. En 1917 pronunció su última conferencia “El espíritu nuevo y los poetas”, en la que pretendió conciliar la invención y la tradición. Apollinaire que amó lo difícil, murió después de haber dado permiso para lo imposible. Y como dijo este gran poeta: “El amor se nos fuga como esta agua corriente”.

Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.esURL: http://www.arrakis.es/~aarias
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